sábado, 1 de enero de 2011

Los orígenes del apellido PADIERNA

Perentorio es notar que, en distintas páginas del “Indice de la colección de don Luis de Salazar y Castro”, don Antonio de Vargas-Zúñiga y don Baltasar Cuartero remiten indistintamente, del nombre de Padierna al de Villapadierna y viceversa, debido al empleo común de apellido, nombre de linaje y titulación de nobleza, según momento y lugar. Ya en 1736, una genealogía de Rallol reconoce la ya conocida y molesta redundancia en la forma completa de Padierna de Villapadierna: pues "los Padiernas, de Villapadierna son".

El raro apellido emerge de la diptongación del nombre de Paterno, o Paterna, procedente de tiempo de la ocupación romana de la cultura astur, sumado con el nombre de lugar, y luego linaje, al hecho de presidir una villa en la vieja ruta vadiniense del valle del Esla. El propio rey leonés Ramiro I, que es leyenda que tuvo al buen García Padierna a su lado, entre los bravos campeadores de la batalla de Clavijo, iría a casar con una Paterna, un nombre que en antiguo leonés quedó en Padierna; y por no ser germánico no produce patronímico. Los nombres de pila en la casa iban a ser de tradición goda, como se ve en Violante, Rui, Brianda, Hernán, Grimanesa, Ramiro, Leonor, Felipe, Constanza, Aldonza, Elvira, Gutier o Guntrodona, esto a parte de los Bernardos, clásicos de la casa de Quirós. O bien de la cornisa cántabra y vascuence, como en Mencía, Lope, Hortún, García, Furtado, Nuño o Sancho, con un par de opciones helenas como Tirso y Toribio; sólo a partir del siglo XVII van a ser progresivamente latinos, con Franciscos, Antonios, Luises y Manueles, instaurándose finalmente como clásicos de la casa los de Gabriel, Felipe, Ramiro, María y Juan.

De solar originado en las Asturias de Gijón y el Reino leonés, la casa de Villapadierna desciende en línea recta de los señores del lugar y castillo de su nombre y otros mayorazgos del alto Esla y sus varones han sido adelantados de Tierra de Campos, conquistadores en la laguna de México y el Perú y regidores perpetuos en León, Palencia y Salamanca. Darían su nombre a una aldea montañesa que elevaron a villa, antes de pasearlo siglos después por las arenas de la competición internacional. Han estado o se perdieron en las casas de Quirós, y de la Barca, y fueron Quiñones, Barba y Mendoza, como Pereyra y Prado. Y, entre viajes, auges y bajas, ya en el siglo XIX pararon en otras como Arión, Alcalá-Galiano, Hohenlohe o Cánovas del Castillo, o entrando ya el XX han sido Cavalcanti, Benidoleig, Pardo Bazán o Torre de Cela. Y lo ganado por lo perdido, sumado todo en su historia, como dice el adagio del compilador en uno de los citados papeles genealógicos, vino a ser así que, con más o menos fortuna “al cabo de los Años mil, suele embiar (sic) Dios las Aguas por donde solìan ìr”. Y de ahí que por aquí sigan.

Tractatus de Hispaniorum Nobilitate et exempione. Juan García de Saavedra. Alcalá, 1557

Mi sexta-abuela Ángela Padierna, de Gigosos, León, nacida alrededor de 1770, se casó con Antonio Provecho. Del matromonio nació Micaela Provecho, quien hacia 1820, en Cabreros del Río, León, se casó a su vez con Pedro Getino y tuvo, al menos, seis hijos: Marcela (1820), Miguel (1822), Antonio (1825), Esteban Juan (1828), Micaela (1832), y Josefa (1833).


Fuente: Casa de Padierna